Levanté la lona. En el fondo de mis ojos se proyectó el bulto borroso de un cuerpo de mujer. Retrocedí, pero sin dejar caer la lona. Me pesó la mano que sostenía el mechero. Camisa de franela a cuadros verdes y rojos, vaqueros. La coleta desaparecía por su hombro derecho y reaparecía a la altura del codo. Ninguna herida a la vista. Tez de yeso, mate, pero con un pequeño brillo en los ojos no cerrados del todo, en las ranuras aparecía un destello diminuto y lejano que sólo podía ser el reflejo de la llama del mechero. La boca entreabierta, los incisivos de un blanco más limpio que la piel, pero, lo advertía por primera vez, dos rayitas negras indicaban que no estaban parejos del todo. Tenía los brazos abiertos de forma forzada, pegados al cuerpo. Las piernas estaban estiradas y juntas, la sombra de una extensa mancha oscura en la entrepierna.pierna.