La sofisticada Jana, una mujer que no es lo que parece, tampoco lo que aparece, y su amiga la Guajira han sido asesinadas en las mugrosas calles de un barrio de arrabal. Pero el doble asesinato no es el destino previamente escrito para dos vidas de mala muerte. Lo que la policía rápidamente cataloga como un mero episodio de la crónica de sucesos es en realidad la terrible culminación de un confuso entramado de locura, esoterismo, sexo y sordidez. Porque para esclarecer lo sucedido hace falta mucho más que un interés puramente profesional. Por eso, de modo inopinado, la tarea recaerá sobre Enrique, amigo de infancia de quien aún no era Jana, que se entregará a la investigación en cuerpo y alma, ayudado por Carlos, personaje subyugante que le acaba de presentar Marcos, otro cuya relación con la fallecida viene de lejos y ha ido todavía más allá.
A lo largo de estas pesquisas, nacerán entre Enrique y Carlos lazos sólidos y tiernos, sentimientos y emociones tan inesperados como ineludibles. Hallazgo tras hallazgo se abrirán el uno al otro, y juntos abrirán puertas que nos permitirán ir entreviendo la perturbada vida de un delirante alquimista extorsionado por un chapero sin escrúpulos.
Sólo gracias a ellos, a su curiosidad y su deseo de saber, la indagación avanza, siempre por los derroteros del horror. Y aunque sus descubrimientos les permiten vislumbrar la realidad oculta, nada prepara a los dos jóvenes amigos, pronto amantes, para afrontar la magnitud del espanto que les aguarda tras la puerta definitiva: la del taller de ese nigromante moderno obsesionado con la búsqueda de la perfección.