La existencia histórica de Jesucristo es aceptada comunmente por cristianos y no cristianos como un hecho cierto.
Acharya S, en su riguroso y esclarecedor estudio
La conspiración de Cristo demuestra, recopilando multitud
de pruebas documentales e históricas, que no hay evidencias textuales de su vida y obra antes del siglo II d.C.,
en que aparecen los primeros evangelios, y que «Jesucristo» es,
de hecho, una compilación de las vidas y enseñanzas de diversos
dioses y hombres santos cuyos dramas fueron regularmente
representados por los pueblos antiguos mucho antes
de la era cristiana: de Mitra, Krishna, Attis, Buda,
Dionisos y Hércules, entre otros, cuenta la tradición que nacieron también de una virgen el día 25 de diciembre,
y resucitaron de su tumba, varios de ellos tras ser crucificados,
el 25 de marzo. «Vosotros, pobres idiotas –decían los gnósticos
a los primeros cristianos– habéis confundido los misterios
de antaño con la historia moderna, y aceptado literalmente
aquello que sólo tenía sentido místicamente».
La estrategia seguida por los padres de la iglesia
que elaboraron el dogma cristiano podría resumirse
en la siguiente idea: «Recojamos los diversos elementos recurrentes de todos los credos del mundo y hagamos con ellos una amalgama, una “nueva fe” autentificada en un personaje histórico, que sin duda triunfará por todo el orbe». La existencia e identidad
de todos estos misteriosos personajes que son tan parecidos
en su vida y hazañas, y que constituyen el mito universal,
ha sido ocultada durante siglos a las masas por la iglesia cristiana,
que ha destruido sus textos y asimilado sus cultos
como parte de la «conspiración de Cristo».
Acharya S –seudónimo bajo el que publica la autora de La conspiración de Cristo–
además de ser una agitadora rebelde, tiene un conjunto impresionante
de credenciales académicas. Pertenece a uno de los institutos
más exclusivos para el estudio
de la civilización griega antigua:
la Academia Americana de Estudios Clásicos en Atenas. Ha enseñado
en Creta y trabajado en excavaciones
arqueológicas en Corinto
–el lugar donde, según la leyenda, Pablo escribió sus cartas a los corintios– y en Nueva Inglaterra. Ha viajado por toda Europa
y tiene amplios conocimientos de griego, francés, español, italiano,
alemán, portugués...
Ha leído a Eurípides, Platón y Homero
en griego antiguo, y a Cicerón en latín,
así como a Chaucer en inglés medieval.
Ha estudiado la Biblia en profundidad
–tanto en inglés como en el hebreo
y griego originales– y ha llegado
a entenderla más lúcidamente
que la mayoría del clero.