Hubo una época oscura en la que se fraguó nuestro destino, un pasado remoto y sumido en las tinieblas del olvido. Mucho tiempo después, alguien decidió escribir nuestra historia. Reyes, relatos y batallas quedaron alineados en perfecto orden. ¡Incontestable es la suprema certeza de los sabios! ¿Pero quién, en la distancia del tiempo, podría trazar con seguridad la tenue línea que separa la leyenda de la evidencia? Realidad y ficción se entremezclan a menudo en íntimo abrazo, confundiendo la memoria de las voces que nos cuentan el pasado.
Por eso, a veces, son los relatos anónimos, ecos lejanos de rumores antiguos, los que hacen salir directamente de nuestra historia a unos personajes que, inconformistas, vienen a contarnos otra versión de los hechos: quizás la suya propia.
Te lo cuentan al oído, muy bajito, como quién comparte un tesoro robado, quizás... de un sueño.
Y mediante ese entramado onírico, a través del furtivo encuentro con nuestros ancestros, la historia convertida en leyenda, y la leyenda en historia, nos ofrece una nueva oportunidad para vivir una fantasía y reinventar nuestro destino.
Pero no dejes que nadie confunda tus sentidos. Aunque los historiadores no den crédito de lo que el autor cuenta, habrá un trocito de tu corazón, aquél en el que mora el filósofo que todos llevamos dentro, que sabrá identificar el mensaje de la Princesa Blanca.