Andrea había ido a recibir a su padre, maquinista del ferrocarril, tras uno de sus viajes, pero lo había dejado en la buena compañía de sus amigos y ella regresaba a casa. De pronto, creyó ver una sombra, alguien que, según le pareció, vestía capa y sombrero. A esa hora pasaban pocos trenes, así que la actividad en la zona debería ser casi nula y a Andrea le picó la curiosidad. Además, no necesitaba luz para orientarse. Había crecido allí. Unos instantes después Andrea percibió un olor desagradable y dulzón. Se le puso la carne de gallina y notó como si algo le estrujara el estómago. Intentó incorporarse para seguirlo, pero las piernas no le respondieron. Por un instante ni siquiera supo dónde estaba y perdió la conciencia… Así dará comienzo una trepidante aventura en la que por supuesto la joven Andrea involucrará a sus amigos de la Cuadrilla y que les llevará a descubrir el misterio de unos extraños secuestros y de unas no menos extrañas criaturas, los masticadores.