Cierto día, Bruno Latour se quedó asombrado ante la pregunta de un colega de si creía en la realidad. Su esfuerzo por encontrar una respuesta dio lugar a la redacción de La esperanza de Pandora.
A partir de diversos estudios de caso —una expedición a la selva del Amazonas, la investigación de la energía atómica en Francia poco antes de la ocupación alemana, el descubrimiento hecho por Pasteur del fermento del ácido lácteo—, Latour persigue la pregunta de si los hechos obtenidos en los laboratorios son «construidos» o «reales». Su sospecha de que son construidos se corrobora y permite mostrar además una secreta relación con la política.
Latour señala que Platón, en el Gorgias, ya intuyó una conexión entre política y ciencia natural: en las constantes alusiones a las leyes naturales presuntamente objetivas ¿acaso no se trata de mantener el pueblo a raya con ayuda de los científicos? En la disputa entre Caliclés, quien defiende la pura voluntad de poder, y Sócrates, quien aboga por la razón, se revela la secreta complicidad de los dos adversarios. Ambos quieren hacer callar al pueblo, el primero apelando a la superioridad natural del más fuerte, el segundo remitiéndose a las leyes naturales inamovibles.
Latour muestra la actualidad del planteamiento de Platón y, sobre todo, que detrás de la cuestión de la realidad también se esconde la pregunta por la alianza entre ciencia y política.