Contra lo que a veces se afirma, la España de la Edad Moderna no ha sido un estado fuerte y centralizado, sino que ha mantenido un funcionamiento político que se asienta en el reparto de funciones entre los poderes públicos y los intereses privados, y ello se ha debido a que existe todo un sector de la actividad política que no es controlado por el Estado sino por personas y grupos privados. Esta realidad, desde luego, ha tenido su lógica correspondencia en una justicia oficial que sólo ha investigado los robos de quienes previamente han sido definidos como ladrones, es decir, dándose el hecho de que, si bien el Estado es débil con los fuertes, también es fuerte con los débiles. Este libro tiene la pretensión de convertir en un tema histórico todas aquellas formas de corrupción, fraude, robo y malversación llevadas a cabo en España. A poco que el lector se adentre en estas páginas, se percatará de que estas prácticas de ricos y poderosos no se han producido porque sí -porque sean consubstanciales con la fragilidad de la naturaleza humana-, sino que se han asentado en la debilidad del Estado que las ha hecho posibles y las ha alentado. El robo de los tesoros de Felipe V cometido por Nicolás de Hinojosa, tesorero general de Hacienda, es un caso ilustrativo. El autor, por último, sabedor de que incluso para un historiador lo más importante es el presente, no descarta comparar los tiempos pasados con los momentos actuales. Pero no lo hace por oportunismo, sino por la oportunidad que tiene de ahondar en las relaciones sociales, los límites del Estado y el significado de los códigos morales y legales.