La especificidad de la arqueología conlleva una reflexión particular sobre el concepto de tiempo y una metodología propia, que la diferencia de otras disciplinas históricas. Las ordenaciones temporales de la evidencia arqueológica se han fundamentado tradicionalmente en dos ámbitos informativos: los datos proporcionados por las características de los yacimientos arqueológicos y, paralelamente, por el valor cronológico otorgado a los hallazgos. En las últimas décadas, se han añadido a estas fuentes informativas una larga serie de técnicas de datación procedentes de las ciencias naturales que han modificado, en gran medida, los esquemas temporales para el pasado más remoto de la humanidad.