En el siglo XIX, el canto a la unidad ibérica tuvo destacados representantes tanto en España como en Portugal. Entre sus frutos más destacados fue esta obra que, superando la mera historia política, quiso presentar el estudio global de ambos pueblos a través del análisis de sus instituciones, clases sociales y grandes protagonistas, dentro de una común unidad espiritual y cultural. La obra, escrita en tiempos de sentida decadencia, presentaba la grandeza del común pasado como un canto de esperanza para el futuro. Tuvo mucha influencia, y supuso un revulsivo entre los intelectuales de ambos lados de la frontera. De ella escribió Unamuno: «debería ser un breviario de todo español y de todo portugués culto».