La lengua ibérica está documentada fundamentalmente por más de 2.000 inscripciones datables entre los siglos V a.E. y I d.E. en un territorio de la franja mediterránea que va desde el río Hérault en el Rosellón francés hasta Almería. Se trata, hoy por hoy, de una lengua indescifrada. Nos es posible leer con relativa seguridad sus textos y podemos incluso analizar con alguna competencia los más breves y formulares de ellos, pero sin embargo no somos capaces de comprender su significado. Desde un punto de vista tipológico, es prácticamente seguro que se trata de una lengua aglutinante y quizás presente rasgos de ergatividad. Sin embargo, sus hipotéticos parentescos con otras lenguas antiguas o modernas están todavía sin probar: aunque no es imposible una relación con la lengua aquitana o con el vasco antiguo, no se puede determinar si esta sería genética o de contacto.