Pocas figuras tan representativas de los valores que encarnó, con fugacidad trágica, la Segunda República española, como Fernando de los Ríos (1879-1949). Catedrático, diputado, ministro y embajador de la República, se vinculó muy pronto, desde sus raíces institucionistas y regeneracionistas, al empeño de construir ?su-perando al fin la honda crisis en la que estaba sumida la sociedad española como consecuencia de los graves problemas irresueltos que nos transmitió el siglo XIX? una España dinámica, culta, civil y laica, cada vez más libre, más justa, más tolerante, más solidaria y más igualitaria. En sintonía con el sentido último de su trabajo político, Fernando de los Ríos roturó teóricamente con rara sistematicidad el territorio que escogió como propio: el del socialismo que busca el progreso, desde la libertad, hacia un Estado social. El sentido humanista del socialismo, su obra más representativa, pasó así a configurarse como uno de los hitos teóricos centrales, a nivel europeo, del difícil proceso de construcción del «socialismo democrático». Un socialismo de matriz liberal, reformista y humanista, que a la vez que se identifica con la democracia, la educación y el primado del Derecho ?entendido como «factor de progreso»?, propugna, para hacer efectiva la libertad, el sometimiento del sistema productivo al hombre y no a la inversa.