David Villa llegó el pasado verano al Atlético de Madrid con el objetivo de hacer olvidar a Falcao, quien en dos temporadas pulverizó registros en el club madrileño. El hijo del minero, máximo goleador histórico de la selección española, pronto se ganó a la gente del Atlético por su humildad y sencillez. El Guaje no lo tuvo fácil en sus orígenes, pero supo ir dejando atrás todas las dificultades hasta subir a la cima. Ganador de un Mundial y una Eurocopa con España, ha destacado siempre en los clubes en los que ha estado.
En Villa. Un guaje para la historia, allegados suyos hablan de sus inicios y de cómo ya apuntaba alto desde que entró en Mareo. Quini, el mítico exjugador, ya le dijo que podía ser una figura si no cambiaba. Para las peñas del Atlético en Asturias es un motivo de orgullo, lo mismo que para la gente de Tuilla, su pueblo natal. En su presentación como jugador rojiblanco se dieron cita 20.000 espectadores en el Calderón, algo nunca visto. La suya es la crónica de un chaval que ha peleado desde la niñez en hacer historia como profesional del fútbol. Y lo ha conseguido.