Cualquiera sabe las razones, pero a lo mejor es porque todos buscamos lo eterno lejos de nosotros. El caso es que un buen día a uno se le cruzan los cables, se calza las botas, y con la ilusión y la mochila a cuestas, echa a andar y se encuentra con un mundo distinto que, aunque de forma temporal, lo aleja de lo cotidiano. Y se patea sendas que bien puedieran llevarle a la gloria.