La idea romántica de ser libreria
adsera
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La idea romántica de ser librera
Vamos a hablar claro... ser libreras es mucho más que sentarse a charlar con los clientes tomando un café y leer cuando no hay nadie. Y mucho más que organizar un club de lectura haciendo ganchillo o que te venga el autor al que adoras y no puedas llenar todas las sillas.
Y, por supuesto, mucho más que tener tan sólo los libros que a ti te gustan, como si fueras el templo de la cultura y que todo el mundo debe seguir.
Porque partir de esta base significa pensar que a todo el mundo le debe gustar lo que te gusta a ti y es una premisa completamente falsa. Huya usted de los libreros que le dicen que sólo recomiendan lo que a ellos les gusta, no saben ejercer bien su oficio. Quizás está de moda pero no es correcto, porque tienes que saber recomendar lo que va a gustar al cliente y eso necesita oficio y mente abierta.
Ser librera es entender que más allá de la pasión hay un negocio que hay que mantener (a menos que seas un filántropo al que el dinero no importa) y que esto significa una gestión del stock absolutamente -si, absolutamente- al día y eficaz.
Y significa responder al día a los cientos de correos que llegan con información y saber clasificarla para cuándo se necesite. Y mirar todos los pdf, excels y triquiñuelas diversas que envían los editores para ahorrarse el sueldo de un representante (¡que ya tiene narices!)... ¿Por qué hay que mirarlo todo? Pues porque ahí está la información base que te permitirá tener en tu librería lo que tú realmente quieras y controlarlo. Si no, acabarás teniendo lo que te envía desde un despacho un señor que nunca ha puesto los pies en tu casa, ni conoce a tu clientela, ni a tu idiosincrasia. Porque eso de decir: envíame lo que quieras... es dejarse tratar como un niño pequeño sin capacidad aún por decidir o como un brazo más de la editorial. Y no tengas ninguna duda, la editorial siempre saldrá ganando.
Ser librera también es pasar por todas las fases, desde abrir los paquetes y hacer la entrada a los ordenadores, guardar los libros, decidir cuáles van arriba o abajo y cuáles vuelven a la editorial y hacer reposición todos los días de lo vendido para que vuelva a llegar. Gestionar la web, las redes, idear las campañas... ¡Ah! Y todo con una sonrisa, no sea que ese día alguien crea que eres antipática y te ponga una estrella en el google.
Y también es tener un horario de mierda con un sueldo más bien escaso y sufrir según qué fin de mes. Y es negociar con los bancos -prepotentes- y poner en su sitio con educación al cliente que se cree con derecho a llamarte porque te compra un libro al año y no ha llegado bien.
Pero... es que ser librera también significa abrir por la mañana y oler ese aroma acumulado de papel durante la noche, o hacer la charla con los representantes que sí vienen, o maravillarse al abrir un paquete y que llegue una joyita literaria (oohhh!) y pensar qué tratamiento le darás. Ser librera es el gusanillo de la ilusión del Sant Jordi y desarrollar la creatividad al gestionar las redes sociales. Es la piel de gallina cuando un niño te dice que eres su librería de referencia y sabes que le verás crecer y que, quizás, serás la librería también de sus hijos.
Y también es la sonrisa y el cariño de los clientes (muchos ya amigos) cuando entran. O la satisfacción de haber acertado en la recomendación y haber hecho a alguien feliz. O parar un momento por la tarde, levantar la cabeza y mirar cómo la gente se pasea tranquilamente por la librería chismorreando y sentirse orgullosa de lo que iniciaron los padres y que acabará en diez años, cuando todos los del equipo estemos ya en edad de jubilación.
Ser librera es una pasión completa y hacemos mal de rodearla tan sólo del romanticismo ingenuo y cursi.