Los chavales aquellos, Huck y Tom, me estaban vigilando. Siempre jugaban a que yo era un villano o bien su presa, pero en cualquier caso me usaban de juguete. Se dedicaban a dar brincos por ahí con los ácaros, los mosquitos y demás bicharracos, pero nunca se me acercaban. Siempre conviene darles a los blancos lo que quieren, de forma que salí al patio y grité a la oscuridad:
¿Quién ronda por ahí a oscuras?
James de Percival Everett Ed. De conatus