El proceso de integración europea es una respuesta a los graves acontecimientos (humanos, económicos, sociales y políticos) derivados de la profunda división de Europa en la primera mitad del siglo XX. Tras la experiencia trágica de la Segunda Guerra Mundial, surgen proyectos de integración económica que buscan establecer las bases económicas que contribuyan a evitar la confrontación entre estados europeos, su culminación es la Unión Europea.
En el medio siglo transcurrido desde la creación de la Comunidad Económica Europea se ha dado un progresivo e intenso proceso de integración. Sin embargo, una serie de retos acechan a las economías europeas entre los que destacan el lento ritmo de crecimiento económico, el insuficiente incremento de la productividad, las bajas tasas de actividad y empleo, un escaso desarrollo tecnológico y un déficit de iniciativas empresariales innovadoras.
Hacer frente a este amplio y diverso conjunto de desafíos requiere de actuaciones estructurales centradas en afrontar las causas que provocan el déficit de competitividad, las tendencias medioambientales insostenibles y los problemas de cohesión. Y del acierto con que se afronten las complejas causas de la crisis depende la prosperidad europea.