La multitud inteligente emerge cuando las tecnologías de la comunicación amplían los talentos humanos de cooperación. Pero los impactos de la tecnología que define la multitud inteligente ya han mostrado que pueden ser al mismo tiempo beneficiosos y destructivos. Algunos la emplean para apoyar la democracia y otros para coordinar ataques terroristas.
Las tecnologías que comienzan a hacer posible la multitud inteligente son los mensajes por teléfonos móviles y sistemas sencillos de computación en microprocesadores baratos, como los que hay en objetos de uso cotidiano. Ya han caído gobiernos, se han extendido subculturas de jóvenes desde Asia a Escandinavia, han nacido nuevas industrias y las antiguas han lanzado furiosos contraataques. Los participantes en las manifestaciones antiglobalización usaron páginas web manipuladas, teléfonos móviles y tácticas de “enjambre” en la “batalla de Seattle” de 1999. Un millón de filipinos derrocó a su presidente Estrada por medio de manifestaciones convocadas vía teléfono móvil.
La gente que forma parte de la multitud inteligente coopera de maneras que nunca antes fueron posibles porque llevan aparatos que poseen al mismo tiempo propiedades de comunicación y de computación. Los carteles mediáticos y las agencias gubernamentales tratan de volver a imponer el régimen de la era de la radio, privando a los usuarios de la tecnología del poder de crear y dejándoles sólo el poder de consumir. Esta lucha por el poder está en el trasfondo de las batallas por el file-sharing, la protección contra las copias, la regulación del espectro de la radio. ¿Serán los ciudadanos de mañana usuarios, como los propietarios de ordenadores y los creadores de páginas web que convirtieron la tecnología en una innovación prolífica? ¿O serán consumidores a los que se priva de la posibilidad de innovar, encerrados en modelos de tecnología y negocios controlados por los intereses de los más poderosos?