Uno de los más serios problemas a los que tiene que hacer frente en la actualidad cualquier empresa es la gran diferencia entre lo que muestra su balance de situación y su valor de mercado.
Esa diferencia, que constituye el grueso del verdadero valor de la compañía, está en los activos indirectos: conocimiento organizacional, satisfacción del cliente, innovación de productos, espíritu de trabajo del personal, patentes y marcas registradas, que nunca aparecen en los informes financieros.
Sólo en los últimos años, las compañías y los estudiosos de diversos países han acometido el problema de medir este ¿capital intelectual¿, aunque ninguna ha avanzado tanto en la materia como la compañía sueca de servicios financieros Skandia, que en 1995 publicó el primer informe de capital intelectual de que se tenga noticia.
El ejecutivo que dirigió el equipo fue Leif Edvinsson, primer director de Capital Intelectual (CI). Ahora Edvinsson, en colaboración con Michael S. Malone, escribe el primer libro en que se explica cómo se hace el cálculo del CI y su utilidad para la moderna corporación.
El Capital Intelectual transformará la manera de hacer negocios determinando el valor real de las empresas para aquéllos que las administran, trabajan en ellas e invierten en ellas. El resultado será una transformación revolucionaria de la economía moderna.