Pocos escritores han tenido una vida tan paradójica como H.P.
Lovecraft, el excéntrico y solitario «escritor de espantos»
de Providence, considerado por todos como el gran maestro del horror sobrenatural.
Sin embargo, Lovecraft murió en el más completo anonimato,
sin haber visto editado en vida un volumen de sus narraciones. Fue un misántropo
incurable, y sin embargo era apreciado por todos los que le conocieron
y se vio rodeado por un círculo de fieles admiradores que lucharon
denodadamente para rescatar su obra del olvido.
Fue un gran materialista científico enfangado en seudocientíficas
teorías racistas, que abandonó en sus últimos años,
volviéndose una especie de demócrata liberal. Se consideraba
un caballero victoriano que escribía por puro placer, pero su falta
de recursos económicos lo llevó a ganarse la vida penosamente
haciendo correcciones y revisiones de estilo para literatos de ínfima
categoría, manteniendo además una abrumadora correspondencia
de no menos de 100.000 cartas -una cifra nada desdeñable para un
aristócrata que cultiva una estudiada pose de tedio e indolencia-.
El estudio biográfico de Sprague de Camp narra de forma fascinante
los extraños hábitos de Lovecraft, su tragicómica
carrera literaria y conyugal, su decisivo papel en el origen del fandom
de ciencia ficción y de terror, y cómo sus pesadillas, sueños
y neurosis llegaron a entremezclarse con el hilo narrativo de sus historias,
contribuyendo a cimentar la leyenda que surgió después de
su muerte.