Fue en el tiempo de la peste de 1600 cuando Ana Ramírez de Arellano —sor Ana de la Trinidad— emprendió una dolorosa odisea para alcanzar su deseo de vivir en un convento de extrema pobreza, lejos de la comodidad que le ofrecía el hogar de su familia y oponiéndose a la voluntad de sus padres. Ana, de grandes inquietudes religiosas, de posición social y cultura no habitual en las mujeres de la época, había adquirido de manera autodidacta importantes conocimientos de música, latinidad y aritmética. Eligió dejar todo atrás para abrazar la clausura regida por la regla de Teresa de Jesús y en la pequeña casa conventual de las carmelitas descalzas de Calahorra vivió hasta su muerte a la edad de treinta y seis años.
Ana de la Trinidad, que describió en unos sobresalientes poemas místicos la pasión que la devoraba —publicados por esta misma editorial bajo el título de Dolor humano, pasión divina—, es la protagonista de Desnuda de mi ser, un relato que, con los escasos datos que de ella se conocen, trata de componer el puzle de la vida de esta monja, alumbra el universo conventual del Siglo de Oro y recupera a otra de tantas mujeres ignoradas por la historia.