¿Qué hace posible un cambio político desde abajo? «Lo llaman democracia y no lo es», la consigna-diagnóstico del 15M acecha en los muros, en las sombras. Es el fantasma más temido, el que los grandes se esfuerzan más en conjurar. Pero, ¿de dónde extrajo el 15M su fuerza de desafío? Un movimiento recién creado que, sin apoyo institucional, sin dinero, sin nada de lo que en este mundo se considera un poder, sacudió aquello que la izquierda -oficial, extraparlamentaria o armada- no habían podido fisurar. Una fuerza que no es un poder. ¿De qué se trata? Contra la política restringida a los partidos y la activación de la gente común y cualquiera. Contra los límites de lo posible y el cuestionamiento de la falta de democracia política y económica. Contra la polarización en forma de tablero de ajedrez, un espacio donde sentir y pensar autónomamente. Contra la alternativa «esto o el caos», la valentía colectiva de los anónimos. El 15M lo puso todo patas arriba y lo hizo con la simpatía general de la población, desactivando el miedo. ¿De dónde extrajo su fuerza? ¿Cuál es la fuerza de los que no tienen ningún poder,