“Repensar la economía desde la democracia” implica que la clase trabajadora ocupe el lugar que le corresponde, mejorando su capacidad de negociar sus condiciones de trabajo y participando en la gestión de la empresa. La negociación colectiva es un instrumento indudable de democratización de la empresa, de regulación de los derechos laborales; permite crear un compromiso con el empleo estable y constituye la pieza esencial por la que se redistribuye el excedente empresarial reduciendo la desigualdad. Pero en estas reflexiones se plantea algo más. Como dijo Ernst Wigforss, ministro de economía sueco de 1932 a 1949, padre del Estado de bienestar: “La democracia no debe detenerse a la puerta de las fábricas”; tampoco de las oficinas, de los centros de investigación ni de los comercios, añadiríamos ahora. Son los consejos de administración de las empresas los que tienen que aprender del funcionamiento de las instituciones democráticas, ya que gracias a ellas hemos construido las sociedades más productivas, igualitarias, incluyentes y libres de la historia de la humanidad.