Con ser la obra de Ramón y Cajal cúspide de la labor científica española su vida la supera en interés. La existencia de Cajal justifica por sí sola muchos libros como el presente.
El lector podrá asomarse a la infancia de Cajal y descubrir a un niño con recio amor propio, de espíritu romántico, y profundo miedo al ridículo. Su adolescencia estuvo marcada por la obligación, por parte de su padre, de ir a estudiar a Jaca, a un colegio de Escolapios, para neutralizar la atmósfera sentimental en la que se iban aliñando sus vocaciones, contrarias al estudio de la Medicina y al culto del latín.
Las desavenencias paternofiliales fueron disipándose a medida que don Justo, padre de Santiago, fue iniciando a su hijo en los estudios anatómicos. Con ello vino a resultar que Cajal supo anatomía antes de frecuentar las aulas. El propio Santiago escribió: "Bien miradas las cosas, mi fervor anatómico constituía una de tantas manifestaciones de mis tendencias. Para mi idiosincrasia artística, la osteología constituía un tema pictórico más".
Muchos más detalles interesantes podrá conocer el lector a medida que avance en la lectura de las páginas de la presenta obra.