«Lo primero es el olor. Un olor a putrefacción y mierda, intenso, casi insoportable. El olor de la muerte.»
Acuciado por la necesidad de conseguir un empleo tras tres años en el paro, Mauricio García Pereira, un gallego emigrado a Francia, acepta un trabajo en el matadero de Limoges, el más grande del país. Durante casi siete años, aspira la médula espinal de centenares de vacas e hincha cabezas de ternero con una pistola de aire comprimido, entre otras tareas. El trabajo es duro, muy físico, los accidentes son continuos y la normativa no siempre se respeta. Las condiciones, precarias, y los jefes abusivos llevan al límite de sus fuerzas a los empleados, muchos de los cuales recurren al alcohol y a las drogas para soportar el ritmo.
Un día, en el taller al que llegan las vísceras de los animales, Mauricio ve una placenta con un ternero casi formado dentro; pese a sus protestas, le ordenan que lo tire a la basura. No es una excepción: pronto descubre que están sacrificando de forma sistemática, por razones de productividad, vacas con embarazos casi a término.
Aquello le repugna, despierta algo en él. Decide instalar una cámara oculta y denunciarlo a cara descubierta. En este libro, ahonda en las malas prácticas de los mataderos que nos alimentan. Es hora de abrir los ojos: al fin sabemos cómo mueren los animales que terminan en nuestros platos.