La alimentación humana se puede explicar desde diversos puntos de vista y tiene múltiples funciones: satisface necesidades fisiológicas y también deseos; la cocina identifica culturalmente, señala un estatus social y refleja los roles de género; los alimentos pueden sanar o provocar enfermedades; permiten cuidar las relaciones familiares y establecer alianzas políticas; sirven para incrementar la acumulación de capital e impulsar la globalización económica, pero también para promover estrategias de resistencia y oposición a estos procesos. Comer es, en definitiva, una actividad polisémica; tanto o más que un requerimiento funcional humano, es un fenómeno social, económico y político.