¿Por qué se resiste el poder político a asumir la independencia de los jueces? ¿Cómo podrían liberarse los tribunales de las cadenas que arrastran desde hace siglos? ¿Cuál es la labor exacta de los fiscales? ¿De qué manera puede evitarse que el uso de la toga sea un trampolín a la política?
Francisco Sosa Wagner, jurista, eurodiputado y catedrático de Derecho en la Universidad de León, denuncia en estas páginas, sin complacencias, la perversión de nuestro modelo judicial. Un modelo que, desde las Cortes de Cádiz hasta el presente, intenta ser independiente, pero ese anhelo nunca ha sido recompensado por la Historia ya que resulta imposible en términos constitucionales. Por ello, quizás sería más fácil, como sugiere el autor, contentarse con tener jueces —personas concretas, de carne y hueso— independientes, asegurándoles un estatus regulado íntegramente por la ley, y disponer de un servicio público eficaz de administración de la justicia para que el ciudadano lo aproveche.