De San Pedro a Benedicto XVI, los pontífices romanos han actuado como santos y reyes, con poder absoluto sobre la tierra y el cielo para decidir y determinar guerras, cruzadas, exterminios, persecuciones y expolios. En función de sus intereses, han determinado doctrinas y dogmas, vendiendo a trocitos el paraíso del cielo.
Han negado los conocimientos científicos y han perseguido y asesinado a los que se les oponían, amén de instalar la censura hasta la muerte para los que la infringían.