Profundamente influenciado por las esculturas soldadas de Julio González y de Picasso, Smith comenzó dedicándose por completo a las esculturas de metal, construyendo composiciones a partir de acero y de material de desecho «encontrado».
David Smith cambió prácticamente en solitario la naturaleza de la escultura norteamericana, confiriéndole una pasión, seriedad e identidad de las que antes carecía. Con su visión, coraje y exquisito talento estético, preparó el terreno para Donald Judd, Richard Serra y muchos otros escultores estadounidenses que desarrollaron sus innovaciones formales y conceptuales, en un clima de reconocimiento hasta entonces desconocido. Antes de Smith, la escultura era una actividad marginal; después de él se convirtió en una parte esencial de la imaginación norteamericana.
Sarah Hamill, autora de este volumen, además de seleccionar los escritos y la entrevista —hasta la fecha inédita— con el poeta Frank O’Hara, ha escrito un exhaustivo ensayo sobre el artista, dedicando especial atención a la tradición de la escultura de hierro y su relación con la fotografía.