El análisis de Mieke Bal se centra en el misterioso sentimiento de gran realidad y gran irrealidad que emanan las telas del artista. Ésta es, en su opinión, la quintaesencia de la obra balthusiana: invita al espectador a penetrar en ella y al mismo tiempo lo rechaza. Accedemos a un mundo muy personal, pero no se nos dice lo que hay que ver.En consecuencia, las obras actúan contra todo presupuesto de representación y apropiación. La herramienta de esta actución la figuración es imprescindible para el efecto buscado. Aunque el elemento figurativo es, supuestamente, el camino más directo al realismo, en el caso de Balthus no ocurre así ni mucho menos. Según la autora los cuadros adentran al observador en un mundo que sabemos que no existe. Esta astuta ficcionalidad hace ingenuas y censurados las imputaciones de apropiación erótica. Además, reducir la producción de Balthus a la pintura de adolescentes desnudas sería desestimar las numerosas telas que no abordan en absoluto este tema. El color, el espacio, los géneros o la historia son algunos de los conceptos fundamentales que la autora sitúa en el núcleo de la obra de Balthus.