El filme de ficción nos habla, nos emociona, nos fascina a través del actor, sea una estrella o secundario, silencioso o locuaz, distante o familiar. En el centro de la puesta en escena, el actor contribuye de forma esencial a la riqueza de las representaciones fílmicas.
Todo filme se nutre de una relación específica entre el actor y su personaje; todos los grandes momentos de la creación cinematográfica están acompañados de una reflexión sobre el actor. Desde sus orígenes, el cine no ha cesado de inventar nuevas modalidades de interpretación y de presencia.
Desde el escenario a la pantalla, desde las teorías soviéticas al Actors Studio, desde la naturalidad americana a la cruda verdad del no profesional, el actor constituye una de las grandes aventuras de un siglo de cine.